Comer por placer

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El simple hecho de ver u oler un alimento apetitoso, sin llegar a probarlo, estimula el deseo de querer comer más

El gusto y el placer que proporciona comer un alimento son dos factores determinantes, aunque no exclusivos, en la elección y el consumo. Son muchos los estudios que relacionan un mayor placer con un aumento del consumo de alimentos. Pruebas bioquímicas, neurobiológicas y de comportamiento demuestran que el simple hecho de ver u oler un alimento tentador (aunque no se pruebe) puede acrecentar el hambre real. El impacto de estas señales tiene peores consecuencias en las personas que no controlan sus impulsos en el momento de comer y en los individuos obesos. En estos casos, utilizar trucos como guardar los alimentos más tentadores en recipientes opacos o envolverlos con papel oscuro resulta útil para no despertar el apetito a deshoras. No obstante, pese a este vínculo entre la palatabilidad y el consumo, la disponibilidad de alimentos muy apetecibles y sabrosos no es, de forma necesaria, el origen de una ingesta excesiva.

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