Discapacidad intelectual y envejecimiento prematuro

La exclusión de personas con discapacidad intelectual de los programas de prevención de salud provoca que enfermen más que la población general

Las personas con discapacidad intelectual envejecen antes de tiempo y esta degeneración prematura acorta su esperanza de vida diez años respecto a la población general. La mayoría de las veces esta aceleración del proceso de envejecimiento se debe a la falta de acceso de estas personas a programas de prevención de la salud y a los servicios sanitarios.

  • Autor: Por CLARA BASSI

 

Los discapacitados intelectuales envejecen de forma prematura. Ésta es la principal conclusión a la que ha llegado el informe Séneca, sobre el envejecimiento y la discapacidad, tras haber analizado la situación de 300 personas mayores de 40 años con una discapacidad leve o moderada desde el año 2000 hasta el 2008. Se trata del primer informe de estas características que se ha realizado en España. El trabajo ha sido obra de un grupo multidisciplinar de profesionales integrado por psiquiatras, economistas y geógrafos, y dirigido por el psiquiatra Ramón Novell.

Los datos del informe indican que este envejecimiento prematuro en personas discapacitadas se da por razones asociadas a la propia discapacidad o por no incluir a los afectados en programas para atender sus distintas enfermedades, según Novell. En ocasiones, esta exclusión de los programas de salud se debe a que necesitan un acompañante para acudir al médico, un recurso con el que no siempre pueden contar, ya que el familiar o amigo que debería desempeñar esa función trabaja o tiene otras ocupaciones.

La elaboración y difusión de este informe tiene como objetivo «sensibilizar a la Administración y a los colectivos sociales y de la salud para que tengan en cuenta a esta población y la incluyan en los programas de salud y de prevención del envejecimiento saludable», ha declarado Novell.

Los problemas de salud

Las consecuencias para la salud debidas este acceso limitado son diversas. A partir de los 40 años, uno de los principales problemas que se observan, tanto ante discapacidad ligera como moderada, es la mayor tendencia a la obesidad respecto a la población general: el 60% de este colectivo tiene sobrepeso u obesidad (la mitad tiene sobrepeso y que una de cada cuatro personas es obesa) aunque sólo el 14% sigue una dieta. A esta preocupante situación, hay que añadir que tres de cada cuatro personas con discapacidad intelectual no hacen ningún ejercicio físico.

Estos datos revelan que el exceso de peso y el sedentarismo tienen un gran impacto en este subgrupo poblacional y constituyen dos de los problemas más preocupantes, y son el resultado de no haber incluido a este sector de la población en los programas de prevención. Sin embargo, estos no son los únicos problemas de salud que acechan a estas personas. El informe Séneca ha desvelado que la lista es amplia. Así, otro de sus puntos débiles es la movilidad, ya que tienen dificultades para mantener el equilibrio y sus movimientos son lentos, lo que eleva su riesgo de caídas que empiezan a sufrir antes que la población general.

Además, la discapacidad intelectual no impide, por desgracia, que las personas que la padecen tengan hábitos adictivos de modo que, al superar los 40 años, tres de cada diez discapacitados intelectuales son fumadores y realizan un consumo similar al de la población adulta general, cuatro de cada diez son consumidores habituales de café y dos de cada diez, de bebidas alcohólicas.

La salud bucodental es otro punto destacable, ya que el 90% de afectados con discapacidad intelectual leve o moderada tienen una higiene bucodental muy deficiente y sufren alteraciones en la boca, con la circunstancia agravante de que la mitad de ellas no han acudido nunca al dentista. Y respecto a dos de los órganos que más se deterioran durante el proceso de envejecimiento, la vista y el oído, estos también envejecen prematuramente en este grupo de población. Según el estudio Séneca, tres de cada 20 tienen problemas de visión, aunque sólo tres de cada diez llevan gafas. Y, a partir de los 40 años, el 70% padece problemas auditivos.